La advocación y culto a Nuestra Señora de la Divina Providencia se originó en Italia en el siglo XIII o XIV. Al ser nombrado obispo de Puerto Rico el catalán Gil Esteve y Tomás (1851), llevó consigo esta devoción que conociera en sus años de seminarista. Desde su proclamación como Patrona principal de la Nación puertorriqueña, la devoción a la Virgen de la Divina Providencia ha aumentado grandemente, no solamente dentro de Puerto Rico, sino en todo el mundo, con fieles que dan testimonio de los milagros recibidos al encomendarse a ella.
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