Señor, cuando mi hijo no esté al alcance de mis ojos, que esté en Tus manos.
Cuando no sea posible que él me escuche, que Tú estés en su mente y seas la voz que le aconseje.
Cuando yo no esté presente para indicarle el camino, que Tú guíes sus pasos.
Cuando no sea posible acogerlo en mis brazos, que Tú calmes su corazón.
Cuando no pueda decirle “lleva el abrigo”, que seas Tú el manto que caliente su alma.
Cuando yo no pueda hacer sus curas, que Tú sanes sus heridas.
Cuando no esté a mi alcance enjugar sus lágrimas, que Tú evites que ellas caigan.
Cuando él se sienta solo, que Tú seas su compañía trayendo luz a su soledad.
Y cuando esté feliz, haz soplar suave brisa en su rostro para que recuerde mi cariño y que donde esté yo siempre lo amaré.
Amén.
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