La Ascensión del Señor es un evento significativo en la fe católica que celebra la partida física de Jesús de este mundo y su entrada triunfal en el cielo. Este misterio nos invita a reflexionar sobre la gloriosa victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, y nos llena de esperanza al recordarnos que también nosotros estamos llamados a participar en su gloria eterna.
Según relata el Evangelio de Lucas, después de su resurrección, Jesús permaneció cuarenta días en la tierra, apareciéndose a sus discípulos y enseñándoles acerca del Reino de Dios. Al finalizar este tiempo, se encontró con sus seguidores en el Monte de los Olivos y ascendió al cielo ante sus ojos. Este acto de ascensión no solo marcó el fin de su presencia física en la tierra, sino que también abrió el camino para la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.
La Ascensión del Señor revela verdades profundas de nuestra fe católica. En primer lugar, nos muestra la naturaleza divina de Jesús. Su ascensión al cielo confirma que él es el Hijo de Dios y que tiene el poder de vencer la muerte y de regresar a la presencia del Padre. La Ascensión nos recuerda que Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres, y que su obra redentora ha sido aceptada y glorificada por el Padre.
Además, la Ascensión del Señor tiene un significado escatológico. Nos señala el destino último de la humanidad y nos recuerda que estamos llamados a compartir la vida eterna con Dios en el cielo. Jesús, al ascender al cielo, prepara un lugar para nosotros y nos invita a seguir sus pasos. La Ascensión nos llena de esperanza al recordarnos que nuestra vida en este mundo es solo un paso en nuestro camino hacia la eternidad con Dios.
La Ascensión también tiene un aspecto misionero. Antes de ascender al cielo, Jesús dio a sus discípulos la Gran Comisión de llevar el Evangelio a todas las naciones y hacer discípulos en su nombre. Esta comisión sigue siendo relevante para nosotros hoy en día. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a continuar su misión en el mundo, llevando su mensaje de amor y salvación a todos los rincones de la tierra. La Ascensión nos impulsa a ser testigos valientes y comprometidos con el Evangelio, sabiendo que Jesús está con nosotros hasta el fin de los tiempos.
La Ascensión del Señor también tiene un impacto en nuestra vida espiritual. Al ascender al cielo, Jesús no nos abandona, sino que nos envía al Espíritu Santo como nuestro Consolador y Guía. El Espíritu Santo nos capacita para vivir como auténticos discípulos de Cristo, nos da fortaleza en los momentos de dificultad y nos concede dones espirituales para servir a la Iglesia y al mundo. La Ascensión nos recuerda que no estamos solos, que tenemos la presencia constante del Espíritu Santo en nuestras vidas.
En la liturgia de la Iglesia, la Ascensión del Señor se celebra cuarenta días después de la Resurrección, en el séptimo domingo de Pascua. Durante esta celebración, se enfatiza la alegría y la esperanza que brotan de este misterio. También se nos invita a elevar nuestras mentes y nuestros corazones hacia las realidades celestiales y a vivir con la esperanza de la vida eterna que nos espera.
En conclusión, la Ascensión del Señor es un misterio de gloria y esperanza en la fe católica. Nos recuerda la naturaleza divina de Jesús, nos señala nuestro destino último en el cielo y nos impulsa a continuar su misión en el mundo. También nos llena de esperanza al recordarnos que no estamos solos, que tenemos la presencia constante del Espíritu Santo en nuestras vidas. Que la celebración de la Ascensión nos inspire a vivir con alegría y esperanza, a seguir el ejemplo de Jesús y a anunciar su mensaje de amor y salvación a todos los que nos rodean. Amén.